LA HISTORIA MÁS ÍNTIMA DE LA PISCOLA

La popular piscola que acompaña la diversión nocturna en casi todas sus formas. Imagen base: diario "La Cuarta".

Pisco, bebida cola y hielo son la base de un trago sumamente popular y simple en la tradición de las celebraciones chilenas, cruzando transversalmente segmentaciones etarias, geográficas, sociales, culturales y económicas... Pocos saben ya, sin embargo, que ese curioso jarabe de alegrías y ebriedades debe buena parte de su dispersión y aceptación masiva a la época final de la remolienda y a la irrupción de los clubes nocturnos o cabarets. Sin ser tan "folclórico" como el jote o la chupilca, ni calzar con deleitosas excentricidades como el clery, el pichuncho o el chuflay, pudo competir con aquella energía y popularidad en el ambiente de la coctelería para vividores hasta tocar el corno del triunfo absoluto.

Es curiosa la historia de la piscola o el combinado (suele usarse esta última denominación a la mezcla más elaborada, incluso con cortes de cáscara de naranja o aromatizantes) tanto por sus aspectos menos tratados como por los que, según creemos, se han apartado deliberadamente de su identidad como producto típico, tal vez por escrúpulos. La guía de tragos chilenos "Coctelería criolla / Chilean drinks", de editorial Montacerdos, nos aporta observación significativa sobre los posibles orígenes: la presencia del pistón a base de pisco y agua tónica, surgido en el siglo XIX gracias a la inventiva de emprendedores ingleses llegados al norte de Chile durante la fiebre salitrera y que querían beber algo parecido al gin tonic. "Cierto o no, el pistón tuvo un gran difusión en las fuentes de soda del 1950, aunque cayó en el olvido por largos años", agrega la guía.

La piscola como tal es patrimonio del siglo XX, entonces. El investigador de vinos y licores Álvaro Tello ha señalado en más de una ocasión que, ya en esos años cincuenta, se bebía también en Perú una combinación de pisco con bebida gaseosa Coca-Cola. Empero, por alguna razón los habitantes del país incásico prácticamente abandonaron y olvidaron la receta. De hecho, todavía en los noventa -y en el contexto de las controversias con Chile por la denominación de origen del pisco- era frecuente el que algunos peruanos se burlaran de la costumbre chilena de beber piscola comparando la mezcla con "echarle ketchup a un ceviche". Pero pasó el tiempo y, a inicios del actual siglo, ya era famoso entre ellos el trago Perú libre, básicamente la misma mezcla de pisco con bebida cola, bautizada así emulando al Cuba libre... Los gustos van y vuelven, según parece.

El Cuba libre o cubalibre, trago de ron con cola que se presume nacido en La Habana a inicios del siglo XX, puede ser la "inspiración" de la piscola y su simple mezcla base. Tello y otros estudiosos del tema están de acuerdo con lo expresado por Claudia Olmedo y Daniel Greve, además, los autores de "40 Grados. La primera guía de piscos de Chile": la combinación base de la piscola se hizo popular entre los chilenos con el desarrollo de la industria y el acceso a bebidas gaseosas como la Coca-Cola, especialmente en los años ochenta, coincidiendo también con la ampliación de las variedades y marcas de piscos. Como ejemplo de esto está una ejemplo específico: hacia fines de los años setenta, cuando gran parte de la diversión de Santiago se había trasladado a clubes, discotheques y quintas del barrio alto, existieron por aquel lado oriente de la capital casos como el bar L & L, el que por $140 pesos había derecho a un combinado de pisco con Coca-Cola, observa Tello.

Sin embargo, revisando otras propuestas bohemias de aquel período y en diferentes sitios de la ciudad, confirmamos también su presencia en centros tan diferentes como la posada La Pachanga al final de avenida San Pablo en Pudahuel (botella de pisco con cuatro a seis bebidas), la piscola del Tulio's en calle Ricardo Lyon (del popular Tulio Araya, ex hombre de espectáculos), el combinado del restaurante La Cañada (a sólo $120, o bien botella de pisco con cuatro bebidas) abajo del Hotel Libertador en la Alameda y el combinado que acompañaban los bocadillos de Año Nuevo en la disco Las Brujas de La Reina.

Dice la leyenda que el gran fomentor de la piscola o combinado en el comercio regular fue el empresario nocturno José Pradrino Aravena, cuando introdujo en las mesas de su público la combinación una con cuatro (una de pisco, cuatro de bebidas colas al vaso, originalmente concebido para dos parejas), que con el tiempo pasó a ser conocida como la linterna con cuatro pilas, especialmente cuando se popularizaron las bebidas individuales en lata. Al parecer, Aravena hizo debutar esta linterna con cuatro pilas en su boîte La Sirena de Irarrázaval con avenida Vicuña Mackenna. La idea le habría surgido en Europa, tras ver el protocolo francés de llevar champagne a la mesa, pero él lo "chilenizó" con una botella de pisco y cuatro vasos con bebida cola, como leemos en el "Homenaje en memoria del empresario artístico José Aravena Rojas" ofrecido por en entonces senador Nelson Ávila y reproducido en el "Diario de sesiones del Senado – Publicación oficial” (Legislatura 356ª, Sesión 16ª,  miércoles 30 de abril de 2008, Valparaíso, Chile).

Sin embargo, se cree también que la generalización de la piscola en el comercio popular llega a su mayor nota cuando fue adoptada en el cabaret Maxim de avenida Manuel Antonio Matta llegando a Carmen, uno de los centros nocturnos más famosos de su tiempo. Fue allí donde muchos la conocieron, de hecho. Este alegre sitio había sido fundado hacia fines de los setenta en la misma ubicación y sobrevivió incluso a un incendio de 1982 pero, de todos modos, quedaría en el camino: a partir de 1996 pasó a ser una serie de discotheques con los nombres Broadway, Maniquí y Cover, cerrando definitivamente en 2017.

Mientras todo aquello sucedía en el comercio establecido y más "decente", algo paralelo tenía lugar en los muchos cabarets, night clubs, quintas de mala muerte y últimas casitas de huifa que quedaban en Santiago u otras ciudades: el combinado o piscola se volvería el más importante de los tragos ofrecidos a los varones acudiendo a los mismos establecimientos. Esto se experimentó al punto de ser casi un símbolo de la coctelería de aquel ambiente y convertir al coctail de pisco en el principal de todas las ofertas de cada casa de citas, casa de tolerancia o cabarets prostibulares. Nos parece incluso que algunos de los primeros cahuines en apropiarse del mismo brebaje frío y chispeante fueron los ubicados en el sector Diez de Julio, San Diego y Matta Sur y barrio Matadero, además, precisamente en donde irradiaron su influencia el Maxim y otros centros bailables.

Convertida así en el icono de aquellas noches pecaminosas, la noción de la linterna con cuatro pilas acabó desplazando rápidamente a la ponchera tradicional de los lupanares: esa misma en torno a la que transcurría la fiesta durante la visita de los grupos de clientes a los viejos burdeles y que muchas cabronas aprovechaban de vender por taza a precios poco generosos. Lo propio sucedió con la botella de vino "al velador" que en algunos burdeles llevaban a la habitación del comensal, junto con dos vasos: uno para él y el otro para la niña. Tan fuerte fue esta tendencia renovadora en la noche profunda destronando a los seculares ponches de duraznos y otras frutas que, incluso en la actualidad, se ofrece a los clientes de ciertos night clubs, cafés topless y casas de chiquillas algo también llamado ponchera: consiste en una botella de pisco, bebidas individuales para combinar y los respectivos vasos, para compartir con las niñas... Es decir, la mismísima linterna con cuatro pilas.

Izquierda: la clásica ponchera era un elemento infaltable en los antiguos burdeles criollos. El tiempo la fue reemplazando por otros alcoholes, partiendo por la botella de pisco con cuatro bebidas colas, aunque mantiene el nombre "ponchera" como oferta. Derecha: escena del filme nacional "Casa de Remolienda"  de 2007, dirigido por Joaquín Eyzaguirre. Se observa una botella de vino "al velador", otro elemento que se quedó en el tiempo.

Pisco Control (de la cooperativa Control, valle de Elqui): aunque la imagen alude al pisco sour, Control fue una de las marcas favoritas en el comercio popular y el ambiente de la noche para la preparación de piscolas en el pasado. Aviso publicado en la revista "En Viaje", año 1968.

Boîte, bar y restaurante La Sirena hacia 1972, al inicio de avenida Irarrázaval. Establecimiento del famoso empresario nocturno José Aravena. Habría sido uno de los centros fomentores del concepto y presentación de la "linterna con cuatro pilas". Fuente imagen: Fotografía Patrimonial de Chile.

Aviso de la prensa de los años ochenta del Maxim, en avenida Matta, centro de espectáculos con perfil de boîte y sala bailable. Parece haber sido el principal espacio bohemio en hacer popular la piscola dentro del ambiente de la diversión nocturna en Santiago.  

De alguna manera, la relación entre cliente y prostituta o acompañante nocturna quedó intermediada por la bebida de pisco desde entonces, especialmente también en el ambiente de las quintas, boîtes, discotheques, dive-inns y otros espacios comerciales formales para concertar los encuentros con parejas furtivas. Barrios bohemios completos como el de Estación Central, el Broadway de calle Huérfanos, el sector de los teatros de San Diego y la famosa calle Bandera fueron conocidos, además, por atraer una gran cantidad de prostitutas y copetineras precisamente en el rol de mujeres de compañía para los borrachines, haciéndolos abultar sus cuentas al invitarlas a beber sus expensas y con evidentes expectativas sexuales, para alegría contable de los respectivos fonderos. La piscola encontraría otro campo fértil en esta actividad.

Las copetineras fueron particularmente populares en los años treinta a ochenta, cuando "hacían mesa" y acompañaban con sus encantos femeninos a los bebedores ya sin límites de gastos, pero debiendo llevar su mismo ritmo de ingesta de alcohol y no caer en este esfuerzo por el que incluso podían recibir una paga o un porcentaje. Llegaban a aparecerse hasta en negocios de cierta elegancia, como el mencionado La Sirena y los alrededores del Teatro Ópera mientras fue sede del espectáculo Bim Bam Bum. Aunque muchas casas de diversiones se apiadaban dando a las copetineras sus respectivos tragos llamados copas-damas o cosumos-chicas con cargas más bajas de alcohol que las servidas a los clientes, de todos modos era un hecho el que muchas de ellas rara vez superaban en el rubro los 30 años de vida, retiradas a la fuerza por los inevitables problemas de salud.

Relacionado con lo anterior, la irrupción de la botella de pisco en la mesa con las bebidas, hielos y vasos significó que el propio cliente pasara a tener el control al ser quien sirve el combinado y sus proporciones, no el barman, algo complicado para copetineras y prostitutas habituadas a "hacer mesa". La norma engendró la trampa, entonces, y así comenzaron a fraguarse truculencias como las de muchos night clubs y cafés topless en donde las niñas prescindían de la botella con bebidas a la mesa para servir y cobrar la piscola sólo por vaso a los varones concurrentes, devolviéndose así el control y, además, dándole a ella la posibilidad de timar a los más ebrios o distraídos. El vaso se fue reduciendo con el correr de los años, además, dejando la caña de piscola cada vez más acorralada en el consumo doméstico o del comercio más luminoso. "El 'Afro' está repleto de hombres que han pagado una entrada de doscientos pesos, que les da derecho a ver el show topless y a beber un pequeño vaso de coca cola con pisco del más barato", escribía Luis Cornejo en "Show continuado", en 1987.

Una de las argucias a las que se hicieron adictas las chiquillas durante el apogeo de la piscola en los clubes de bailarinas nudistas, cabarets y también en las últimas casitas de remolienda que quedaban conservando el modelo clásico, resultaba bastante malévolo y tenía por objetivo sólo el abaratar costos a la casa. Se trataba de ir reduciendo la cantidad de pisco en cada combinado y a medida que el comensal iba quedando ebrio, generalmente a partir de su segundo pedido. Para que no notara la diferencia, se alteraba la cantidad de hielo y se recurría a trucos como poner menos alcohol pero procurando que quedara su mayor parte arriba, sin revolver, timando así las narices de los bebedores. Cuando los servían y llevaban directamente las niñas de un burdel o night club, además, estas solían valerse de un trozo de gasa, algodón, pañuelo o incluso una servilleta que empapaban en la barra metiéndolo en un vasito de pisco de alta graduación, y luego lo frotaban discretamente por los contornos del vaso de piscola escasa en alcohol antes de servirlo. El olor y sabor que lograban con este hábil engaño eran suficientes para hacer caer a todo cliente más atento a sus piernas, escotes o labios. Está perversa preparación solía ser apodada combinado de maraca, piscola de las putas o piscola de topless, entre otros mires.

Las huifas que conservaron el modelo de la linterna con cuatro pilas, en cambio, muchas veces llevaban botellas adulteradas hasta los reservados y espacios entre cortinas para el primer encuentro entre clientes y chiquillas. Se trataba de botellas con etiquetas de pisco de relativa o buena calidad pero cuyo contenido original había sido reemplazado por otro de menor o pésima calidad, aunque cobrado como si se tratara del primero. Los primerizos y quienes ya llegaban un poco mareados al lugar eran los que caían más fácilmente. Y, por increíble que pueda sonar, consta que esta inescrupulosa práctica aún existe en algunos establecimientos tipo bares, pubs o centros de eventos, pues la deshonestidad todavía campea de manera horizontal, incluso en reputados vecindarios bohemios de nuestro tiempo.

El comercio se ha encargado de apuntalar al producto en el consumo: se prefiere la piscola con pisco añejado de 35°, aunque antaño eran las marcas más económicas de las cooperativas pisqueras Capel y Control, este último con su clásico reservado. La flexibilidad del gusto popular actual ha permitido también la expansión de las llamadas "promos" de botillerías: promociones de una botella de pisco más una de bebida cola a precios convenientes. No faltan quienes prefieren los combinados con bebidas blancas (algo que era llamado pi-gin o pillín, si llevaba Ginger-Ale), o bien muy "cabezonas" (con menos bebida, mucho más fuertes) como se sirven en locales tipo Bar de René, atracción de rockeros en barrio Italia, o el Rapa Nui, que seduce a escritores y periodistas en Providencia, según se señala también en "Coctelería criolla / Chilean drinks".

Con su día propio desde 2003, fijado en cada 8 de febrero, la generalización del consumo de la piscola en aquellos ambientes pecaminosos y los no tanto, desde cantinas hasta premiados hoteles, concedió al mismo trago la descrita popularidad que, a estas alturas, ya supera generaciones. Facilitaron mucho las cosas la sencillez y lo barato de la misma receta, aunque haya muchos quienes consideran todavía que combinar pisco con Coca-Cola es casi sacrílego... Y a quienes cotizan la piscola como prístino un símbolo joven de fiesta y reunión nocturna, mejor será no contarles de su vínculo histórico con los clubes de chiquillas desnudas, aquellas "haciendo mesa" o animando la remolienda.

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