EL PASADO ARDOROSO DE CALLE NATANIEL COX

Elegantes casas de calle Nataniel Cox hacia 1920.

Nataniel Cox, calle con el nombre del ilustre médico británico llegado a Chile en plena Patria Vieja para ponerse a disposición de los independentistas, nace hacia 1830-1840 como un callejón al sur de la flamante Alameda de las Delicias, abriéndose su entrada en la cuadra que conecta con esta última al lado de la Plaza Bulnes, a partir de 1872. Vía famosa por sus chayas y carnestolendas en tiempos del carnaval, había sido invadida por residencias suntuosas, unas más grandes y ostentosas que otras. En "Un mundo que se fue", Eduardo Balmaceda Valdés recuerda que muchas propietarias famosas, venidas desde Francia, habían establecido sus moradas en esta misma calle.

A aquel período aristocrático lo sucedió un ambiente muy distinto, sin embargo, un tanto indómito cuando ya habían cesado su atractivo, de la misma manera que sucedía con su vecina la calle Gálvez, actual Zenteno, aunque con residencias más humildes. El poeta Rubén Darío, dicho sea de paso, residió hacia la entrada de la misma calle Nataniel Cox durante sus años en Chile alojado en el albergue del diario “La Época”, algo recordado con una placa conmemorativa que allí se encuentra empotrada en nuestros días.

De esa manera, hacia el sur comienzan a aparecer en Nataniel Cox los barrios más chinganeros y jaraneros, con algunos crímenes famosos en su historial, además. Llegan los cités, conventillos y, evidentemente, las casitas de huifa. Sin embargo, aunque la calle se volvía ahora de residentes cada vez más modestos, más o menos desde la proximidad de la actual Diez de Julio, parte del influjo prostibular era inverso y parece provenir desde su desembocadura sobre el barrio Matadero, especialmente después de haber sido extendida hasta aquel sector cerca del Centenario Nacional. Avanzaba paulatinamente desde ese confín de la ciudad y el de Matta sur hacia el norte, cada vez más cerca del centro de Santiago.

Súmese a lo anterior, además, el refuerzo del ambiente nocturno y remoledor de sectores cercanos al trayecto de Nataniel Cox, como era la paralela calle San Diego y la Plaza Almagro que, ahora convertida en parque, flanquea en esas cuadras a la misma avenida… Incluso la vieja Zenteno compartió parte de esta característica, al menos hasta que la apertura de Bulnes abrió una brecha enorme entre esta y la primera. El escenario era la tormenta perfecta de influencias cruzadas para que la vía se incorporara a aquel extenso circuito de la huifa santiaguina, dicho de otro modo.

Casi se explica por sí sólo, entonces, el afán de los urbanistas posteriores de Santiago, decididos a esconder (o quizá detener) ese influjo de Nataniel Cox detrás de los grandes portales y edificios de los años cuarenta que ahora escoltan a la plaza Bulnes con los héroes en el acceso del paseo, cerrando la vista hacia esta calle y la actual Zenteno. Un comercio popular se había ido alojando allí mientras avanzaba ya el siglo XX, además, con ventas de pequenes (empanaditas picantes y de cebolla sin carne) y otros comistrajos, entre residencias que se envejecían perdiendo sus viejos abolengos más allá del Teatro Continental (hoy Coliseo) y de la alguna vez famosa boîte Jai-Alai que había alojado en los altos de esta sala, también en la entrada de Nataniel Cox.

De acuerdo a Gonzalo Vial Correa en su “Historia de Chile, 1891-1973”, la calle y el barrio eran “territorio francés por lo que tocaba a la prostitución”, junto a otras vías como Jofré, García Reyes y del Pedregal, esta última formada por el actual sector de calles Jaime Eyzaguirre y Carabineros de Chile en la Remodelación San Borja. En contraste, el “territorio chileno” o más criollo lo ofrecía la remolienda de calle Eleuterio Ramírez, también a criterio del autor, aunque es conocido el que muchos de sus burdeles pretendían tomar para sí una estética gala.

Entre los más antiguos negocios de la calle que se recuerden relacionados la actividad prostibular, estuvo el burdel de la tía Rosa Vivanco, en Nataniel 1620 llegando a Sargento Aldea. Este antro aparece dando malas noticias en septiembre de 1917, sin embargo, cuando un sujeto que llegó como cliente al mismo atacó con un cuchillo a la asilada Mercedes Lisboa López, quedando grave en el Hospital San Borja por sus heridas en la cabeza. Al parecer, se habría tratado de una especie de crimen pasional o venganza por despecho. Para los años veinte, la misma dirección había perdido ya su rostro de remolienda y pasó a ser un establecimiento comercial, pero varios otros lenocinios continuaban instalándose en todas esas mismas cuadras durante el período.

Aviso de remate de una residencia de Nataniel Cox, revista "Zig-Zar" de 1912.

Calle Gálvez, actual Zenteno, en 1940 mirada hacia la Alameda y el edificio-portal del Ministerio de Defensa. Esta vía también se contagió de parte del ambiente de Nataniel Cox, pero la apertura de Bulnes entre ambas separó aquel intercambio durante esa misma época.

Un microbus pasa frente al Teatro Continental por Nataniel Cox hacia la Alameda, en los años sesenta, cuando la dirección del tránsito en la arteria era inversa a la que se observa ahora. Imagen de los archivos de revista "Life".

Local del desaparecido Bar Ronnie, hacia la tercera o cuarta cuadra de Nataniel Cox. El cabaret desapareció en los años noventa, pero otros han tomado la posta desde entonces.

Imagen del incendio que se llevó los restos de la viejas casonas donde alguna vez estuvo El Panameño, en la madrugada del 23 de junio de 2007, captada por los propios funcionarios del cuerpo de bomberos. La puerta clausurada a la derecha de la imagen, junto al bombero, era la entrada al establecimiento. Fuente imagen: vigilidelfuoco.cl .

Sector de la ya desaparecida cuadra donde estaba el bar-restaurante "El Panameño", junto al Parque Almagro. Imagen tomada en agosto 2008.

La calle todavía mantenía cierta importancia para el encuentro social más pulcro y moralmente aceptable en esos años, sin embargo, con opciones representadas por cafés, confiterías y restaurantes de relativa importancia. De hecho, estos barrios atrajeron también a muchas sedes institucionales o de sociedades durante las décadas siguientes, por algún motivo. Una de ellas fue la Agrupación de Amigos de México, alojada en el número 117 de Nataniel Cox. Allí fue velado el muy joven y bohemio escritor Héctor Barreto en 1936, además, después de su alevoso asesinato en un enfrentamiento callejero con grupos nacistas criollos, en calle Serrano llegando San Diego.

Otro lugar de cierto valor para la vida social era la pastelería La Lira de Nataniel 41, muy conocida en esos mismos años y gran surtidora del preciado elíxir cola de mono, mientras que en el 185 había un taller con venta de manjar blanco o dulce de leche, de los más cotizados por entonces. Posteriormente, en los años cuarenta la calle quedó flanqueando uno de los primeros parques de diversiones con juegos modernos que se vieron en Chile, con entrada al final de calle Bulnes, llamado por lo mismo Gran Parque de Atracciones Bulnes. De alguna manera, todo este comercio se las arreglaba para compartir -en mayor o menor medida, en cada caso y oferta- su actividad propia con la presencia del comercio sexual y la remolienda.

Otros emprendedores de la noche clavaron banderas de posesión todavía más al sur, como el llamado Maricón Polo, cuyo burdel y bar nocturno estaba en el chocarrero sector de Nataniel con Franklin, llegando a ser otro de los más conocidos de la “edad feliz” antes de la extinción de la clásica huifa. Como los planos de la jarana adulta se superponen en este y muchos otros casos, puede estimarse como discutible, sin embargo, si la “picada” de Polo ya se encontraba más bien en los reinos del Matadero, cuya fiesta y remolienda tenían una fuerte identidad propia vinculada al carácter obrero y folclórico del mismo barrio entre calles Franklin, Biobío y Placer.

La llegada de bares y fuentes de soda alimentó también parte de la vida nocturna de Nataniel Cox. Poco recuerdan ya que, antes de emigrar a San Diego en donde viviría su mejor época, el famoso restaurante y cantina Las Tejas, originalmente nacido en calle San Pablo, había encontrado casa durante algunos años en los barrios de nuestra atención, entre la vecindad del desaparecido Gimnasio Nataniel, inaugurado en 1960 como Gimnasio Sabino Aguad. Algunas malas lenguas decían que parte del público de algunos cabarets y lupanares de aquella época provenía de entre el mismo que asistía habitualmente a aquellos encuentros deportivos en el pintoresco y espacioso estadio techado, en donde también se conocieron veladas de lucha libre chacacascán y varias presentaciones de corte más artístico o musical.

Uno de los últimos de aquellos establecimientos que compartían comedores con servicios de encuentro con las niñas de Nataniel Cox parece haber sido la vieja cantina y restaurante llamada El Panameño, todavía en operaciones durante los noventa. Estaba en la cuadra del 600 casi con la esquina de Mencía de los Nidos, llegando al Parque Almagro en el barrio universitario que allí se hallaba en plena formación por entonces. Era un sitio atendido por un agresivo cojo de nariz chueca y bastante burlón, además de mozos con manos inmundas. El patrón exigía a sus visitantes tomar vino cuando sólo llegaban pidiendo gaseosas, además, y era tan socarrón como las propias chiquillas que se veían en sus salas con piso de madera: si ellas no estaban acompañando o pidiendo copas a algún cliente viejo y ebrio embobado con sus seducciones, no perdían el tiempo y se dedicaban a molestar a los estudiantes quienes -por error o economía- llegaban hasta esas mesas y de inmediato eran intimidados por el ambiente imperante.

La casona de El Panameño parecía una mansión embrujada y tenía sus propios mitos, por cierto. Decían que, atrás, pasando por un pasillo a un lado de su enorme barra, estaba “lo bueno”. Nunca se sabrá: tras cerrar operaciones, aquellos inmuebles quedaron por largo tiempo abandonados, acabando por ser consumidos varios de ellos por un incendio de mayo de 2007. En el lugar quedó un enorme sitio eriazo que aún no encuentra destino.

En cuanto a los últimos lupanares propiamente tales o casitas de encuentro del mismo barrio, al menos en aquel sector de cuadras entre Alameda y el Parque Almagro, parece haberse llevado este mérito histórico el club The Pipo’s, llamado también Pipo’s Bar Show, ex Bar Ronnie, cabaret ubicado en la esquina con Padre Miguel de Olivares. Fue seguido allí por otros negocios con más características de pub y discoteca, aunque igualmente libertinos pero de corta duración.

Demás está decir, sin embargo, que aún quedan servicios sexuales escondidos en la extensión de calle Nataniel Cox, especialmente en algunos inmuebles nuevos. Sin embargo, estas propuestas pertenecen a otra época, otra estética y otra identidad, muchas en la categoría de escorts, de hecho, ya completamente ajenas a las de la clásica huifa criolla que alguna vez anidó en la vía.

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