Paradero de colectivos frente al ex Motores y en las puertas del Savoy. La fachada atrás era la del famoso motel.
Ya hemos hablado acá sobre el irreverente mundillo que existió por algunas décadas a espaldas del Mercado de La Recova en La Serena, particularmente en el la calle Vicente Zorrilla entre Rengifo e Infante. Eran territorios gobernados por los vestigios de la clásica remolienda de la ciudad, en donde destacó especialmente el famoso y antiguo burdel de Las Motores, establecimiento que marcó toda una época en la bohemia y la entretención adulta de la ciudad, aunque vino a vivir su última y más decadente época en este mismo sitio.
Muchas historias se cuentan sobre aquellas cuadras, algunas bastante pintorescas y otras más oscuras. Parecen formar parte del legendario serenense a estas alturas, pues involucran también a importantes personajes de la identidad local haciendo supuestas visitas a aquellos lenocinios y sus vetustos comedores. También llegaron hasta nuestra época o cerca de ella varios establecimientos con características de cantinas populares y posadas obreras que colaboraron con su parte en la forja de aquel rasgo trasnochador o aventurero del barrio, todavía escondido tras La Recova: el restaurante Charle, El Yolito's justo en la esquina con Rengifo, la fuente de soda El Pollo, el Rincón Secreto y la schopería Panchop, entre otros casos más recientes.
Justo enfrente de Las Motores estaba un establecimiento que, en ciertos aspectos, era también su complemento allí en la calle, pero en otros su competencia: el Hotel Savoy, otro hito olvidado en la historia de la remolienda y la vida nocturna de La Serena. Recuerdan por allá que, incluso, había cierto rango común de propiedad y dirección entre ambos negocios, pero no tenemos confirmación de esto. En realidad se trataba de un motel parejero y una casa para encuentros sexuales furtivos con las características típicas que ofrecían los boliches de este tipo en el mismo vecindario de antaño, de fuerte sentido popular pero también con aspectos un tanto folclórico que aún recuerdan algunos de entre quienes lo conocieron. Muchos serenenses pasaron por aquel curioso sitio, sin duda, aunque hoy puedan negarlo y negar su confesión.
El Savoy, como era conocido a secas, ocupaba un antiguo caserón de atractivo aunque simple estilo art decó, de un solo piso y con la fecha de 1935 sobre el dintel de su entrada, o 1939 según otras opiniones ya que su trazado en relieve no fue de alguien muy diestro. Tenía una distribución de espacios interiores penetrando hacia el centro de la misma cuadra, con cuatro dormitorios principales, espacios secundarios, salón-comedor y un pequeño patio casi perdido entre sus techos y murallones. Se accedía al lugar por una vieja puerta de madera que permanecía abierta toda la noche y que daba hacia un pasillo central. Era un inmueble muy propio del período de tiempo señalado pero que, a pesar de todo, aún se mantenía en relativo buen estado a inicios del actual siglo, siéndole pintada poco después su fachada con colores amarillentos y ladrillos más bien apastelados.
Entrada al ex Savoy, en calle Vicene Zorrilla, antes de que fuese intervenida su fachada.
Aspecto actual del frente del caserón, ahora en venta. Ha perdido sus rasgos históricos y art decó con esta remoción, lamentablemente.
Tramo de fachadas en donde estaba el burdel de las Motores en calle Zorrilla, también ya en ruinas, enfrente del Savoy.
Nadie sabía exactamente desde cuándo existía el Savoy y su servicio como casa de citas. Cada referencia de algún vecino sobre lo viejo que podía ser, era refutada por otra más antigua, si es que confiamos en la siempre imprecisa memoria prestada. Se cuenta, sin embargo, que por mucho tiempo las mujeres jóvenes y adultas que trabajaban en la cuadra de Vicente Zorrilla solían esperar o pasear justo frente a sus puertas, aguardando siempre por algún cliente interesado, postal nocturna todavía visible con intensidad en los años noventa. Por supuesto, los días en que más personal femenino se veía allí era en los fines de semana, incluso con algunos clientes que venían desde las tabernas alrededor de La Recova o en la misma calle, o bien desde el mismísimo cuartel de Las Motores cruzando la calzada. Justo al lado, además, había un popular establecimiento tipo cervecería y taberna, llamado en alguna época El Pollo y que pasó a ser en nuestra época el local de La Fábrica.
Propietado en sus últimos años por doña Ida Olivares Ortiz, de quien tenemos entendido era oriunda de Santiago, el local del motel figuraba en registros municipales como un servicio de hotel todavía hacia 2011. Sin embargo, la debacle del rubro ya se había vuelto insostenible hacía tiempo, especialmente para esta calle con su clásica y modesta propuesta de diversiones de trasnochada que ya habían cobrado la vida del celebérrimo y tradicional club de Las Motores, en esos mismos momentos. Poca existencia le quedó al pobre Savoy en el siglo XIX, viviendo así en los descuentos de toda una época y tocando a otra que ya no le pertenecía.
Ausente ya de las mariposas nocturnas de sus mejores tiempos, el caserón del ex hotel ha estado largo tiempo en venta. El deterioro del material y los castigos de eventos sísmicos como el terremoto de 2015 dejaron con daños estructurales a la fachada, por lo que esta debió ser removida por encima de los vanos, perdiendo su característico e interesante diseño. Feas planchas de madera pasaron a cubrir toda esa sección del edificio, permanecido en venta desde entonces o a la espera de su desahucio con la hora de la demolición total e irreversible. Triste final para el que fue uno de los rincones más alegres y bohemios de la ciudad, aun cuando el peligro y los aspectos oscuros de toda esta vida nocturna y prostibular también hayan estado presentes en el barrio y en el mismo hotel, al menos según las habladurías.
Justo en las puertas del hotel hacen parada y espera los colectiveros de aquel sector de La Serena, desde hace varios años. Puede adivinarse lo obvio: muchos de estos conductores y los coordinadores de sus salidas conocen una gran cantidad de interesantes historias relativas al Savoy y otros negocios del mismo barrio, en donde la prostitución aún existe pero con carices muy diferentes y menos románticos que aquellos ofrecidos en los tiempos del viejo motel de los puteros de Vicente Zorrilla.
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