BOÎTE LA CÁRCEL: STRIPTEASE, ESPECTÁCULOS Y... ¡HUIFA PORTEÑA!

Fuentes de la sección "Valparaíso de noche" en el diario "La Unión", 15 de junio de 1973. Fuente: Gonzalo Ilabaca (2021), reproducido por Amanda Panizza Hevia en "La Casa de los Siete Espejos. Museo memorial de la bohemia porteña".

El nombre de la Boîte La Cárcel  sugiere alguna apelación al cerro Cárcel y el complejo penitenciario que hoy es un inmenso parque y centro cultural del puerto de Valparaíso. Aunque no llegó a tener la fama ni el atractivo más general del American Bar en la misma ciudad, era propiedad del mismo empresario y comerciante: don Armando Canales, famoso forjador de espectáculos y querido hincha wanderino, quien operaba y administraba sus exitosos negocios a través de la firma familiar Canales e Hijos.

Después de haber conducido el American Bar, ex Salón Bambi al inicio de calle Cochrane, y también el American Bar II de calle Victoria, los Canales abrieron la boîte ya hacia el final de la edad a la que pertenecía la remolienda más clásica pero cundía la opción del espectáculo adulto más audaz. Sin embargo, como hicieron muchos centros de este tipo en su tiempo, el establecimiento se presentó como un centro artístico en el puerto, pudiendo hallarse alguna información al respecto en el trabajo titulado "Reconstrucción de la memoria histórica del American Bar de Valparaíso", de Alejandro Gana Núñez y Matías Mancilla Pazo. Como ha sucedido invariablemente con todos aquellos boliches porteños, entonces, la huifa popular no tardaría en aparecer también por su sala, volviéndose otro famoso lugar frecuentado por las chiquillas buscando varones entusiastas.

El aplaudido club estaba específicamente en calle Victoria 2462, en una estratégica ubicación entre el Parque Italia y la Plaza O'Higgins. Su entrada se hallaba en el ala izquierda en el zócalo del Teatro Rívoli, en donde mismo habían estado poco antes el American Bar II y la efímera Boîte Royal. Generaciones de porteños descendieron por aquella escalera hasta aquel salón de modesto tamaño en los bajos, con la cantina y escenario para músicos y artistas, ambientado con rejas de barrotes como las de una cárcel real. Todo allí estaba más bien tenuemente iluminado, según las descripciones, salvo por este sector del proscenio.

Tras el regreso a Chile del bolerista peruano Lucho Barrios en 1961, quien ya gozaba de buena fama en otros países de Hispanoamérica, La Cárcel había sería uno de los dos lugares escogidos para sus conciertos de debut en Valparaíso: "No se presentará en teatros ni estadios, solamente en Boite American Bar y Boite La Cárcel", decían los anuncios de la época citados en trabajos como "Valparaíso, puerto de música" de Patricio González y Sebastián Redolés. Varios otros artistas se intercambiaban entre ambos establecimientos, por cierto: Mario Carrillo, después emigrado a México; Johnny y su trompeta; los cubanos Johnny Álvarez y Wilfredo Hernández, quienes estuvieron presentes también en los inicios de Canales en el medio bohemio, además de orquestas como La Gran Antillana, La Sonora Festival o Los Escaramujos.

Al parecer, La Cárcel fue reinaugurada como club nocturno hacia 1969, tras algunas posibles modificaciones y remodelaciones de la sala, así como de su cartelera. De acuerdo a los testimonios que conocemos, fue especialmente en aquel período de existencia cuando se vuelve más vinculado que nunca a la actividad de prostitución que allí se daba, característica de todo el barrio bohemio del puerto. Fundamentalmente, servía como sitio para concertar los encuentros, conocer niñas o acceder a algunas de las muchachas que eran parte del atrevido show para caballeros o de la fiesta musical dentro del mismo.

Coincidentemente, sin embargo, don Armando se alejaría de los negocios familiares justo en aquel período. Tras unos 42 años al servicio de la bohemia local, tomó la decisión de dejarlos, desde inicios de 1972, en completas manos de sus hijos, aunque nunca se apartó del todo de la atención sobre los mismos.

Fachada del Teatro Rívoli cuando sus bajos aún eran ocupados por el American Bar II, después destinados a La Cárcel. Fuente imagen: grupo FB Salvemos Valparaíso.

La Sonora Festival en la Boîte La  Cárcel, diciembre de 1969. Fuente imagen: Grupo FB "Valparaíso del Recuerdo" (Jaime Sánchez Benavides).

Fachada del Teatro Trívoli en 1972, con los bajos ya ocupados por la discotheque Top Secret, ex Boîte La Cárcel. Fuente Imagen: colecciones en Flickr de Santiago Nostálgico (Pedro Encina).

Ya en sus últimas temporadas se presentaban allí espectáculos de calidad con artistas como la cantante española Teresita Olivo, el dúo argentino Gino & Stella, Mr. Limbo, la peruano-cubana cantante tropical Lucy del Mar, entre otros. En las grandes fiestas, en tanto, los músicos de la orquesta estable y los garzones se vestían disfrazados de presidiarios. Los shows de trasnoche aparecen divididos en bloques a las 23.30, 1.30 y 3.40 horas en esos mismos, años, ubicados a principios de los setenta.

Siendo un hecho indiscutible el que La Cárcel tuvo siempre rasgos de cabaret, local de espectáculos musicales y café topless, en la práctica se mantuvo también como otro negocio apropiado a copetineras y prostitutas, el preferido de muchos porteños adictos a la indomable huifa nocturna de Valparaíso, de hecho. En el club los encargados presumían de tener las mejores striptisearas del circuito, además.

Durante aquel último período como centro nocturno, audaces fotografías de sus féminas desnudas aparecían a veces en diarios como "La Unión" de la misma ciudad, en la sección "Valparaíso de noche". Esto fue, al menos, desde que la conducción administrativa y editorial del mismo medio fue tomada por los propios trabajadores de la casa periodística, durante el gobierno de la Unidad Popular y hasta poco antes de ser clausurado en el mismo día 11 de septiembre de 1973. Todo iba a volcarse dramáticamente después de este episodio lesionando a la trasnochada y su carta de posibilidades.

Los cambios drásticos caídos sobre el ambiente bohemio y nocturno después de la fractura institucional de aquel año se hicieron sentir en el comercio recreativo, entonces, afectando a las inversiones de la familia Canales. El clima restrictivo los llevó a tomar la audaz decisión de replantear sus establecimientos para adaptarlos a una oferta más diurna: así, mientras el American Bar dejó sus shows subidos de tono tornándose un restaurante familiar de parrilladas y chanchería, sucedió también que, como estaban de moda las discotheques desde hacía algunos años, La Cárcel se despojo de las striptiseras y chiquillas que antes colmaban en su sala, volviéndose ahora un inofensivo centro de baile juvenil.

En este último y algo artificial aire de vida, La Cárcel ofreció desde entonces dichos servicios atendiendo al público de las tardes, desde 16 a 21 horas y tomando después el nombre de Discotheque Top Secret. Esto había abierto su convocatoria, súbitamente, hasta un público más familiar y joven que habría estado ajeno al mismo lugar en otros tiempos, permitiendo que se celebraran allí incluso fiestas de estudiantes y cumpleaños. Sin embargo, las limitaciones al comercio de la entretención y la barrera impenetrable de la alta noche terminaron afectando su destino, de todos modos. Hubo un intento final por revivir sus tiempos de boîte con algunos artistas del circuito más underground en esos años, al parecer también con alguna clase de emulación en Viña del Mar, pero los setenta avanzaban con total viento en contra e indiferencia.

Hoy el edificio del Teatro y Cinema Rívoli está muy refaccionado y con su fachada transformada, sin las viejas cornisas, ni los querubines decorativos, ni los balcones de balaustras neoclásicas. El espacio que pertenecía al teatro, tras haber sido ocupado como mercadillo es ahora la Sala Rívoli, mientras que los pecaminosos subterráneos de la Boîte La Cárcel pasaron a ser, desde hace años, para la casa de remates del martillero público y judicial Jaime Garnham Searle.

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